Los ánimos no decayeron –continuó Mirta- y, a pesar de ser un grupo numeroso, consensuamos rápidamente en transformar el viaje en una recorrida cultural. Así fue como unos minutos más tarde descendimos en el Paseo Recoleta y nos dirigimos a distintos puntos según los intereses propios de cada uno.
Algunos iniciamos la recorrida por el Centro Cultural, donde tuvimos la oportunidad de observar la maravillosa arquitectura del lugar, una inmensa muestra fotográfica, espléndidas esculturas, e inclusive una exposición itinerante de Jairo donde se observa la unión de todas las facetas artísticas del músico, pintor, ilustrador y escenógrafo.
Saliendo de allí nos encontramos con una lluvia intensa, y entonces decidimos compartir un ameno almuerzo con nuestros jubilados “activos”, como los llamamos nosotros. De allí, al Museo Nacional de Bellas Artes donde pasamos el resto de la tarde deleitándonos con las colecciones permanentes y las exposiciones temporales.
Otro grupo llegó hasta el cementerio, donde visitaron mausoleos, bóvedas, y tumbas de muchas personalidades como escritores, políticos, presidentes, militares, fundadores, pintores, y entre ellos el panteón de Evita.
También hubo quienes, corriendo prácticamente, se llegaron hasta la Avenida Corrientes a recorrer las librerías, y un grupo incluso pudo llegar al Museo del Bicentenario.
A las 19.00 estaba pactado el horario y el punto de encuentro. Allí estuvimos con caras agotadas y un poco húmedas, pero con una sonrisa y la satisfacción en nuestros rostros emprendimos el regreso, compartiendo las enriquecedoras experiencias que nos permiten abrir nuestras mentes para seguir adelante con nuestra tarea cotidiana.