28 DE ABRIL: DÍA INTERNACIONAL DE LA SALUD Y SEGURIDAD EN EL TRABAJO

LA SALUD DE LOS, LES Y LAS TRABAJADORAS. UN ENFOQUE DE GÉNERO DESDE LA ACCIÓN SINDICAL

¿Qué desafíos específicos enfrentamos en la defensa de la salud de las mujeres y la comunidad LGBTIQNB+ en tanto Clase Trabajadora? ¿Cómo construir una defensa colectiva de la salud que incluya y considere esta diversidad?

El trabajo es generador de salud cuando posibilita el crecimiento personal y se desarrolla en un ambiente sano y sin riesgos.

Desde el SUTEBA sostenemos que el punto de partida es que el trabajo en sí no es lo que produce la enfermedad, sino las malas condiciones en que se realiza.

Una perspectiva integral de la salud en el trabajo implica también reconocer que las personas somos todas diferentes y no tenemos la misma capacidad de adaptación y de resistencia a los riesgos y/o procesos peligrosos que supone una situación de trabajo. Por lo tanto, no se pueden mejorar las Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo, pensando en un Trabajador (varón) promedio: cada Trabajador/a/e y cada colectivo de Trabajadorxs tiene características propias y dinámicas. Esto implica un desafío no solo para los sistemas médicos y de riesgos del trabajo, sino sobre todo para la práctica sindical.

Las mujeres y la comunidad LGBTIQNB+ provenimos de sectores de actividad distintos y realizamos tareas muy diversas: productivas, de servicios, de transporte, docentes, en el sector privado y en el Estado. Conducimos trenes, atendemos clientes, hacemos tareas administrativas y técnicas, somos Docentes en distintos Niveles educativos, trabajamos en hospitales, en talleres gráficos, en cooperativas, en la construcción, en gastronomía, en la industria textil, en aeropuertos, en centros de atención al cliente, en dependencias del Estado.

A pesar de esta diversidad en los puestos de trabajo, nos encontramos con diferentes realidades y factores que nos atraviesan por nuestro género, país de origen, clase, étnico-raciales, de identidad, sexualidad, etarios.

Las políticas de salud laboral deben considerar no solo las diferencias en los factores de riesgo y condiciones de raíz biológica, sino las construcciones sociales y culturales que repercuten en la experiencia del trabajo, la vida y la salud de las mujeres.

Las Organizaciones Sindicales no buscamos suprimir las diferencias, sino reconocerlas y eliminar aquellas que generan inequidad, discriminación y afectan negativamente la salud.

Según datos producidos por Mujeres Sindicalistas, la tasa de actividad laboral femenina (el ingreso de las mujeres al mundo del trabajo fuera del hogar) es del 53,8 %, mientras que la masculina llega al 76,6 %. A su vez, las mujeres se insertan en mayor medida en puestos de trabajo no registrados, con menor protección legal y sindical. La tasa de empleo no registrado de las mujeres se encuentra casi 5 puntos por encima de la tasa de los hombres (31 % y 35,9 % respectivamente).

La precariedad laboral tiene consecuencias directas en el acceso a la salud: las mujeres nos hallamos en mayor medida por fuera del sistema de cobertura de riesgos laborales, así como de la cobertura de salud por obras sociales.

Otro factor de desigualdad, como remarca la OIT, es el hecho de que el conocimiento sobre los riesgos y las medidas preventivas se ha desarrollado principalmente en sectores masculinizados y presenta deficiencias con relación a las mujeres.

Las mujeres somos mayoritarias en sectores como la docencia y las actividades de cuidado, pero también conformamos una proporción creciente en todos los sectores de actividad. No siempre esta presencia es reconocida adecuadamente, y esa negación redunda en riesgos para nuestra salud: desde uniformes y elementos de seguridad que no están adaptados a nuestros cuerpos, hasta la falta de adaptación ergonómica de mobiliarios y maquinarias que suman factores específicos de desgaste, además de los compartidos con los varones.

Aún hoy, el argumento biologicista y discriminador de que las mujeres "no tenemos fuerza" sirve para excluirnos de tareas que podríamos sin duda realizar y nuestra presencia en esos sectores supone luchar contra la negativa de lxs empleadorxs a invertir en nuestras condiciones de trabajo.

Seguimos siendo las mujeres las que realizamos el 75 % de las tareas de familiares y de cuidado. La doble y triple jornada laboral impacta en el conjunto de las desigualdades que nos afectan en el trabajo, en la vida política y sindical.

La falta de reconocimiento de los riesgos psicosociales vinculados con la organización del trabajo nos afecta a todxs, pero tiene un impacto particularmente fuerte para las mujeres e identidades feminizadas.

Desde las Organizaciones Sindicales venimos luchando históricamente por la mejora de las condiciones de trabajo de nuestros colectivos. En el caso de las cuestiones de género, se ha avanzado en medidas específicas que tienden a eliminar las situaciones o condiciones de violencia que perjudican en los lugares de trabajo -protocolos con el objetivo prevenir, sancionar y erradicar la violencia, y licencias con motivo de violencia de género-, formación de Delegadxs en temáticas de violencia laboral, extensión de licencias por maternidad o paternidad que favorezcan la conciliación de la vida familiar y laboral, licencias para la realización de exámenes preventivos de salud. También incluimos dentro de nuestras reivindicaciones aquellas que refieren al colectivo LGTB, por ejemplo, a través de la extensión de licencias a personas gestantes y no gestantes, y demandando el cumplimiento del Cupo Laboral Trans en las empresas y organismos en los que trabajamos.

Nuestro desafío como Trabajadorxs organizadxs, nuestra lucha cotidiana, apunta a modificar las condiciones en las que desarrollamos nuestras tareas, la seguridad de nuestros lugares de trabajo y a intervenir en la prevención y la promoción de la salud en el trabajo, desde una perspectiva de género que sea transversal a cada una de las problemáticas.

Desde la negociación colectiva al día a día de cada espacio de trabajo, es fundamental incorporar una mirada de género y diversidades desde las Organizaciones Sindicales: ese es nuestro aporte como parte de un movimiento más amplio hacia una equidad social en todos los ámbitos de la vida.

Nuestra mirada desde el sindicalismo debe ser desde el feminismo popular con justicia social. Estamos convencidxs que la lucha cotidiana por mejores condiciones de trabajo y vida de nuestros colectivos, es con la participación de todas, todos, todes.

CONSTRUYAMOS ESPACIOS LABORALES CON INCLUSIÓN, IGUALDAD Y EQUIDAD

Secretaría de Salud Laboral

Secretaría de Igualdad de Géneros y Diversidades