Los países que han sido capaces de dar respuesta inmediata y de amplio alcance a través de la vacunación, pudieron minimizar el impacto de esta enfermedad en la población.
Todxs tenemos presente la esperanza que se depositó a poco de iniciada la pandemia en la posibilidad del desarrollo de vacunas que permitieran acotar la expansión de la epidemia y la mortalidad causada por esta enfermedad viral. Y la velocidad con que llegaron a buen puerto muchas de las líneas de investigación primero y de producción después.
Ser contemporánexs de semejante experiencia nos lleva a que repasar la historia de la vacunación en el mundo adquiera una significación diferente.
En el caso de la Tuberculosis, enfermedad que azotó a la humanidad desde sus inicios, que se conoció como Peste Blanca y se ha cobrado por ejemplo en los últimos dos siglos nada menos que mil millones de vidas jóvenes, la historia de la vacuna BCG resulta muy interesante e inspiradora.
La BCG (Bacilo Calmette Guérin) se desarrolló en Francia, en el Instituto Pasteur situado en Lille, creado en 1895 y conducido por Albert Calmette médico y microbiólogo discípulo de Pasteur.
Camille Guérin, veterinario, trabajó junto a Calmette y ambos realizaron una tarea sostenida y sistemática en el incansable intento de atenuar una cepa de Micobacterium bovis, aislado tiempo antes por Edmond Nocard de la ubre de una vaca enferma.
El desafío consistía en lograr un bacilo vivo, pero no virulento y lo suficientemente atenuado para generar una respuesta inmune sin causar la enfermedad.
Ese proceso llevó trece años de cultivos, habiendo iniciado en 1908 y alcanzado su desarrollo seguro en 1921. Resulta difícil imaginar cómo estos investigadores fueron capaces de sostener esa gesta en los años de la Primera Guerra Mundial (1914 a 1918) que incluyeron la ocupación alemana y uno de los sitios a la ciudad.
El primero de julio de 1921, los pediatras franceses Dr. Benjamin Weill-Hallé y el Dr. Raymond Turpin, de la guardería de la maternidad del Hospital de la Charité se comunicaban con Albert Calmette y Camille Guérin para dar paso a una decisión trascendental para la vida de un pequeño recién nacido, para lxs investigadorxs y más significativa aún para la población mundial desde entonces hasta nuestros días.
Una mujer que acababa de dar a luz en ese nosocomio moría por tuberculosis con posterioridad al nacimiento de su hijo. El pequeño debía regresar a la casa familiar al cuidado de su abuela, también aquejada por la enfermedad.
Con esta difícil perspectiva para el recién nacido, acuden lxs pediatras a lxs investigadorxs del Instituto Pasteur, quienes un año antes ya habían publicado acerca de la inocuidad de la forma atenuada del Mycobacterium bovis en la que habían trabajado incansablemente.
El 18 de julio realizaron la inmunización, administrando por vía oral en tres dosis la BCG. El seguimiento del pequeño les permitió saber que era seguro continuar con ensayos sobre más niñxs con la "amable autorización" de sus progenitores entre 1922 a 1924.
Desde 1924 hasta la década del 60, cultivos del Bacilo de Calmette Guérin (BCG) fueron distribuidos a más de 50 países que iniciaron a partir de esos originales su propia producción.
A nuestro país los cultivos llegaron en 1925. Habían sido entregados por el propio Calmette al Dr. Andrés Arena, Director del Instituto Biológico de La Plata en esos años, quien los trajo en la sala de máquinas del barco para su conservación a temperatura adecuada.
El investigador francés puso como condición "que la vacuna debía otorgarse gratuitamente y los cultivos facilitarse a quienes los solicitaran para realizar experiencias o investigaciones".
En 1925 el Instituto Biológico de La Plata preparó las BCG y entregó las primeras dosis a niñxs en la Maternidad de la Escuela de Parteras de la capital provincial.
Actualmente el Instituto continúa teniendo entre sus numerosos e imprescindibles productos biológicos a la BCG y la BCG para tratamiento en inmunoterapia de enfermedades oncológicas.
Desde 1930, la BCG se utiliza en más de 100 países en el mundo.
En 1974 la OMS lo incorporó al Programa de Inmunizaciones en todo el mundo.
Actualmente la demanda global de BCG se estima en 350 millones de dosis anuales. Existen en el mundo 19 instituciones productoras para más de 169 países.
En algunos países, la BCG se aplica a todos los RN antes de su egreso de la maternidad y en otros solamente a lxs niñxs de poblaciones que presentan mayor riesgo de exposición al Mycobacterium tuberculosis.
Actualmente y tras los 102 años de experiencia con esta vacuna, se sabe que:
- Con respecto al control de la Tuberculosis:
- protege de las formas graves de la tuberculosis en niñxs pequeñxs
- no impide el pasaje de infección latente a enfermedad
- no impide la primoinfección por el Micobacterium tuberculosis ni su diseminación
- Otros efectos protectores de la salud:
- previene la lepra (Mycobacterium leprae)
- previene úlcera de Buruli (Mycobacterium ulcerae)
- tiene efectos inespecíficos favorables sobre la inmunidad (inmunidad entrenada) y reduce la mortalidad infantil
- proporciona inmunoterapia eficaz en tratamiento del Cáncer de vejiga
En el mundo, cada día hay 28 mil casos nuevos de TBC y 10 millones cada año. De esos, 1,5 millones fallecen cada año por esta enfermedad. Constituye la principal causa de muerte por enfermedades infecciosas en personas que viven con VIH.
En la región de las Américas se estimaron en 2019 unos 289.000 casos, entre ellos 15 mil en menores de 15 años. Fallecieron ese año casi 23.000 personas por la enfermedad, un 26 % de ellos eran personas con infección por VIH.
En la pandemia por COVID-19, lxs pacientes con TBC activa tuvieron 3,6 veces más riesgo de morir que aquellxs sin esta enfermedad.
La tuberculosis es una enfermedad que, más allá de la causalidad microbiológica responde a fuertes determinaciones sociales, requiere para su resolución un abordaje intersectorial.
En nuestro país, el 60% de los casos residen en el área metropolitana de Buenos Aires y en gran medida el patrón epidemiológico responde a las problemáticas de las grandes ciudades, afectando mayoritariamente a las poblaciones que viven en situación de vulnerabilidad, hacinadxs, en ambientes sin ventilación, mal alimentadxs y con dificultades en el acceso a la salud por diferentes tipos de barreras (fragmentación del sistema de salud, culturales, económicas, laborales, etc.) explica la Dra. Natiello, Coordinadora del Programa de Tuberculosis y Lepra del Ministerio de Salud de la Nación.
Según la OMS, el Mycobacterium TBC está en forma de infección latente en la cuarta parte de la población mundial. Ante los efectos de la pobreza, la desnutrición o las situaciones de inmunocompromiso como el embarazo, la enfermedad oncológica o el VIH, esa infección puede transformarse en enfermedad.
En Argentina se estima que un 30% la población tiene la infección latente.
El control de la enfermedad se realiza a través del diagnóstico oportuno, el tratamiento de casos y contactos y la vacunación.
En nuestro país, el diagnóstico y tratamiento son gratuitos y pueden realizarse en cualquier efector de salud.
Una persona con TBC deja de contagiar a los quince días de haber iniciado el tratamiento antibiótico. El tratamiento debe continuarse hasta finalizar el período de seis meses indicado. Los contactos deben estudiarse (catastro) y tratarse preventivamente.
Es importante que consulten las personas que presenten tos y expectoración (con o sin sangre) por dos semanas o más.
Actualmente están en desarrollo otras vacunas para la prevención de la Tuberculosis, algunas ya en fases avanzadas y alentadoras para su pronta implementación.
Hasta que haya otra vacuna más eficaz, ampliamente disponible y económica, la BCG debe seguir figurando en el Calendario de Vacunación Nacional, para ser aplicada
al/la recién nacidx, como figura en el Calendario, antes del egreso de la maternidad.
La Tuberculosis es una enfermedad que, más allá de la causalidad microbiológica, responde a fuertes determinaciones sociales, requiere para su resolución un abordaje intersectorial.
Es muy importante informar a la Comunidad Educativa sobre las enfermedades que se contraen por exposición a los agentes biológicos que se introducen en el organismo y causan enfermedades infecciosas, alergias o toxicidad.
En los establecimientos escolares se pueden registrar exposiciones a agentes biológicos como consecuencia del contacto con personas enfermas o portadoras de cuadros infectocontagiosos.
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