"Era el subsuelo de la Patria sublevado...
Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía.
Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y
nos acariciaba suavemente, como la brisa fresca del río. Lo
que yo había soñado e intuído durante muchos años estaba
allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en
el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y es-
peran que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu
de la tierra estaba presente como nunca creí verlo".
Raúl Scalabrini Ortiz
En los años 1943-1945 los gremios
obreros experimenteron los más no-
tables cambios cuantitativos y cuali-
tativos de su historia. El número de
afiliados a la CGT pasó de ochenta
mil a medio millón. Decenas de sindi-
catos se constituyeron en todo el te-
rritorio nacional, inclusive en las
zonas donde hasta entonces se des-
conocía la organización obrera y se
perseguía a muerte a quienes in-
tentaban introducirla".
Rodolfo Puiggrós
La heterogeneidad de las corrientes que confluyen en el golpe del 43, explican las contradicciones que incurren los distintos sectores que integran el Gobierno militar y que se expresan en las medidas que adoptan en la primera época de su gestión. Por un lado, rebaja de alquileres, precios máximos, eliminación de aranceles hospitalarios, investigación de las concesiones a la CADE (Compañía Argentina de Electricidad) y por otro, implantación de la enseñanza religiosa en las escuelas, disolución de la CGT 2, de orientación comunista y la detención de dirigentes gremiales.
Estas diferencias internas se profundizan cuando en enero de 1944 se declara la ruptura de relaciones con Alemania y Japón, abandonando la tradicional política de neutralidad de nuestro país. Esta medida provoca descontento en la oficialidad y un recambio en el gobierno. Asume la presidencia el Gral. Edelmiro J. Farell y Perón se hace cargo de la Secretaría de Guerra, sin abandonar la Secretaría de Trabajo y Previsión. Estos cambios dejan en la vida interna del ejército una gran tensión entre el grupo pronazi, liderado por Prelinger y el grupo nacional-democrático liderado por Perón. Ante la perplejidad y desconfianza de sus camaradas de armas, Perón atiende desde la Secretaría de Trabajo y Previsión el reclamo de los trabajadores en conflicto, conversa con delegados y gremialistas mediando y ganándose la confianza de los trabajadores. La acción de la Secretaría era infatigable bajo la prédica de que "mejor que decir es hacer". En ese camino va logrando resolver numerosos conflictos y consolidar su fuerza aunando intereses de empresarios nacionales, trabajadores y oficiales afines.
Por entonces Perón mantiene casi a diario conversaciones con Arturo Jauretche, quien lo asesora especialmente en lo relativo al mundo político de la Argentina y colabora con él en el análisis de cuestiones coyunturales. La lucha de Perón contra el grupo neonazi resulta generalmente ignorada por quienes pretenden adjudicarle una simpatía pronazi. Perón avanza en el control del poder. La presión imperialista anglosajona aumenta. En mayo de 1945 presenta sus credenciales al Gobierno argentino el embajador norteamericano Spruille Braden. Ha llegado a la Argentina dispuesto a derrocar al Gobierno militar e inmediatamente se vincula a los partidos de la oposición que se vigorizan con su presencia.
La vieja oligarquía agropecuaria ha logrado encolumnar tras ellos a amplios sectores de la clase media que por su índole "culta " y "civilizada" están dispuestos a resistir a esa "barbarie fascista". Empiezan a gestarse las bases de la Unión Democrática. Braden trabajó fervorosamente para organizar grupos antiperonistas. Pronunció discursos públicos, negoció personalmente uno a uno con oficiales del ejército, recelosos del poder de Perón, que le proveían información que él utilizaba. En esa lucha los medios de comunicación jugaron un papel importante.
Durante los primeros días de octubre se agrava la tensión política. Algunos altos oficiales, en Campo de Mayo, tomando como excusa las relaciones de Perón con la actriz Eva Duarte, descargan su animadversión contra él. Perón no acepta imposiciones. Esa misma noche se produce un amotinamiento en Campo de Mayo: exigen al presidente Farrell la renuncia de Perón a todos sus cargos. Al día siguiente, en el Ministerio de Guerra Perón recibe la propuesta de varios jefes adictos de reprimir a los amotinados, pero se niega. Farrell intenta disuadir en Campo de Mayo a los jefes más exaltados pero no lo consigue y concluye por ceder. Perón entrega la renuncia manuscrita al General Pistarini. En la noche, el Ministro del Interior anuncia la convocatoria a elecciones para abril de 1946 y trata de disfrazar las causas de la renuncia de Perón diciendo que lo hace porque se había comprometido a dejar sus funciones a partir de que se produjese la convocatoria electoral.
A esa misma hora se lleva a cabo una reunión de dirigentes y militantes sindicales. Son alrededor de setenta. Designan a varios gremialistas para que entrevisten a Perón a la mañana siguiente e informarse de lo ocurrido y trazar una táctica adecuada. En la entrevista se decide la realización de una concentración frente a las puertas de la Secretaría de Trabajo y Previsión para que Perón se dirija a los trabajadores al abandonar su cargo. Lo convocan para ese mismo día, no dando tiempo al enemigo para armar una respuesta y consiguen que sea transmitido por la red oficial de radios, lo cual indica cierta complicidad de Farrell. En la tarde, alrededor de setenta mil trabajadores se reúnen en torno a la Secretaría de Trabajo y Previsión. En su discurso, de hondo contenido democrático y antioligárquico, Perón anuncia que deja firmados dos decretos a favor de los trabajadores: uno de ellos, establece un nuevo régimen de asociaciones profesionales otorgándoles autonomía y el otro un aumento de sueldos y salarios, implantación del salario vital y móvil y participación en las ganancias.
El discurso provoca fuerte irritación en algunos jefes militares. Perón es detenido y trasladado a la Isla Martín García.
Al conocerse la noticia, suben las acciones de Londres y Nueva York. Por su parte, los opositores al Gobierno y especialmente a Perón, movilizan sus fuerzas frente al Círculo Militar esperando novedades y un público selecto, según La Prensa, lo hace en la Plaza San Martín. Reclaman que se entregue el Gobierno a la Corte Suprema.
Según la Embajada norteamericana Perón ya está fuera de juego, sin apoyo en el ejército y muy poco del sector gremial. Pero la diplomacia yanqui se equivoca. El 15 de octubre se declara la huelga revolucionaria por tiempo indeterminado en todos los ingenios. Los trabajadores tucumanos del azúcar exigen la reunión del Comité Central Confederal de la CGT. Asimismo, en Berisso al impulso de Cipriano Reyes, los trabajadores de la carne comienzan a movilizarse y recorren las calles al grito de "¡Viva Perón!". La cúpula de la Central Obrera, presionada por las bases, solicita garantías para preservar las conquistas sociales, que no sean derogadas y piden una audiencia con el Presidente Farrell mientras proponen al Comité Central Confederal que declare la huelga general en todo el país. Para calmar los ánimos el Gobierno desmiente que Perón esté detenido, pero los manifestantes siguen recorriendo la ciudad reclamando su libertad. La CGT declara un paro general por 24 horas en todo el país para el día 18 de octubre en defensa de las conquistas obtenidas.
El día 17, los acontecimientos se suceden vertiginosamente. A las 6 de la mañana ingresan a Perón al Hospital Militar. Desde las primeras horas de ese día, la policía dispersa las manifestaciones que van apareciendo sucesivamente en distintos puntos de la ciudad. A media mañana unas diez mil personas se encuentran frente al Riachuelo donde los puentes están levanta dos para evitar el paso. La radio informa que se está generalizando la huelga a pesar de que la CGT la convocó para el día siguiente. FORJA emite un comunicado que expresa su decidido apoyo a las masas trabajadoras.
Ante el crecimiento de la concentración popular, Farrell envía a personas de su confianza a conversar con Perón para encontrar una salida a la crisis.
En Plaza de Mayo los trabajadores claman: "¡Queremos a Perón!"
En la noche de Buenos Aires una inmensa muchedumbre -que muchos estimaron en trecientas mil personas, otros quinientas mil y según el diario La Época en un millón-, vibró coreando el nombre de Perón con los diarios encendidos al modo de antorchas. "¡Es el subsuelo de la Patria sublevado!" como dice Scalabrini.
Farrell intenta dirigirse a los manifestantes pero el griterío no lo permite. Solamente anuncia que el Gobierno no será entregado a la Corte Suprema y habrá nuevas designaciones de ministros y le pasa el micrófono a Perón. Profundamente conmovido no encuentra palabras y pide que entonen el Himno para ordenar sus ideas. Finalmente dice: (...) Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una enorme satisfacción, pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo de argentino porque interpreto este movimiento colectivo como el renancimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a una Nación." Y termina pidiendo al pueblo "que nos quedemos por lo menos quince minutos más reunidos aquí, porque quiero estar desde este sitio contemplando este espectáculo que me saca de la tristeza que he vivido en estos días". Instantes más tarde, la concentración se dispersa. Los trabajadores fabriles han irrumpido tumultuosamente en la Historia Argentina y han liberado al Coronel quebrando el poder de la oligarquía.
Después del 17 de Octubre las fuerzas políticas se preparan para hacer frente a la campaña electoral, con vistas a las elecciones generales convocadas para febrero de 1946.
Fuente: Secretaria de Formación Político Sindical Libro "Clase trabajadora, nuestra lucha".