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RECREO DEL TIGRE

El Recreo del Tigre es uno de los destinos más emblemáticos para los afiliados de SUTEBA. En él se resumen, como en pocas otras cosas, los frutos del trabajo colectivo y de una mirada verdaderamente ecologista. El medio ambiente, las propuestas, y las restauraciones que en este predio se hicieron dan cuenta de ello.

"La Casona", así llamamos los afiliados de SUTEBA al Hotel del Recreo, ocupa una superficie cubierta de setecientos metros cuadrados y está ubicada frente al histórico edificio del Tigre Club, sobre el río Luján. Y la llamamos así justamente por tratarse de una elegante casona de estilo inglés con antiguas habitaciones cuidadosamente recicladas, emplazada entre una notable arquitectura de antiguos clubes de remo y palacetes de comienzos del siglo XX, edificios coloniales y el emblemático Tigre Hotel, hoy museo de arte.

Nuestra "Casona" es una de las mansiones históricas más elegantes de todo Tigre, sobre la costa del río Luján, a pocos minutos de la estación fluvial. Su construcción se remonta al año 1890, según planos de los hermanos Inglis, arquitectos ingleses que proyectaron importantes construcciones como el Colegio Santa Brígida en Buenos Aires, o varios edificios públicos en Rosario; y habría pertenecido a la familia Bullrich en los tiempos dorados de Tigre, cuando la oligarquía porteña había convertido la zona en un exclusivo reducto dominical.

El estilo de la casona de dos pisos es una mezcla de Tudor –muy común en las viejas casonas de Mar del Plata– con el llamado Anne Queen. Fue construida con ladrillos provenientes de la conocida fábrica del río Carabelas Grande, y se ingresa por unos peldaños de mármol blanco y una gran puerta de pinotea de cuatro metros de alto. En el interior están el comedor –hoy restaurante- y una escalera de madera con barandas torneadas que conduce a los cuartos. Junto a la escalera hay unos maravillosos vitrales con figuras geométricas y dibujos antiguos con escenas de caza. De acuerdo con el gusto de comienzos del siglo XX –cuando el neorrenacentismo estaba de moda–, en el cielo raso hay frescos originales con imágenes de querubines. Las habitaciones son muy espaciosas, con grandes armarios antiguos, techos muy altos y vista al río. En la noche el silencio es absoluto y por la ventana se ve la fastuosidad nostálgica del renovado Tigre Club, iluminado como en sus días de esplendor. Cada cuarto tiene un hogar a leña y calefacción con tiro balanceado.

Casi en su totalidad, los accesorios de construcción, como cerámico de pisos, revestimientos y muebles provinieron de fábricas europeas, como era costumbre para las grandes residencias de Buenos Aires en esa época. En la parte superior de la pared lateral izquierda exterior se observa un escudo representativo de la familia con las iniciales A.B. Las banderolas de las ventanas que dan al frente de la residencia poseen también las iniciales A.B. talladas en madera. Tiene importantes aberturas construidas en roble y herrajes de bronce labrado. Ventanas con exquisitos vitreaux en muchos de sus ambientes, cuentan con sistema de cierre de guillotina.

Inicialmente contó con una cúpula construida en chapa en forma de aguja, la que posteriormente fue remplazada por una de material como el resto de la construcción de menor altura.

Está emplazado en el predio de nuestro recreo, que es una isla de 10 hectáreas en donde también contamos con cinco módulos con cuatro cabañas cada uno. Además hay una pileta de 25 metros, otra más chica, canchas de fútbol –junto a las de basquet, paddle y voley–, y un sector de parrillas. En la planta baja del hotel funciona un restaurante con vista al río, y más atrás también hay una proveeduría.

En un área aparte está el camping –que funciona en verano–, dos quinchos para fiestas y un módulo de dormis para grupos de hasta 30 chicos, donde muchos grupos de colegios vienen a pasar unos días.

Originalmente el predio contaba con una capilla familiar en el lugar donde hoy se ubica el vagón de administración, y un galpón para embarcaciones (nuestro actual dormis).

La casona, denominada entonces Quinta Bullrich, fue lugar de reunión de encumbrados personajes de la época, que invitados por su dueño, un rematador de campos, Presidente del Banco Nacional e Intendente de la Ciudad de Buenos Aires entre 1898 y 1902, participaban de elegantes fiestas y distendidos días de veraneo.

La propiedad estuvo en manos de la familia Bullrich hasta 1967, año en que Elvira Teodolina Lezica Alvear de Bullrich y otros propietarios, la venden a la Asociación Personal Empresa Líneas Marítimas Argentinas A.P.E.L.M.A., quienes la transformaron en recreo. En 1994 es vendida a la empresa Tigre Hotel S.A., quienes la pierden debido a una hipoteca del Banco de la Provincia de Buenos Aires, pasando a ser esta institución su nuevo dueño.

En el año 2001 SUTEBA la adquiere para el esparcimiento de los trabajadores de la educación de la Provincia de Buenos Aires.