El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, también conocido como Día Internacional de la Mujer. Con amplia difusión mundial, recuerda las luchas de las mujeres por igualdad en el trato, el acceso al trabajo, la remuneración y las condiciones de trabajo dignas, sin violencias ni acoso. No se trata de un reconocimiento a las mujeres por ser mujeres. Es en memoria de todas las luchas que nos precedieron para acceder a nuestros derechos.

Históricamente, se ha consolidado una división sexual del trabajo que asigna roles de género: a las mujeres se les destina el trabajo reproductivo (las tareas necesarias para garantizar el cuidado, bienestar y supervivencia de las personas que componen el hogar), mientras que el trabajo productivo (vinculado al que se realiza en el mercado y de manera remunerada), aparece asociado a los varones. Esta particular división del trabajo constituye un producto histórico y humano y, por lo tanto, es factible de cambios que implican diversos aspectos de la vida cultural, social, económica, política, entre otras. Es necesario el reconocimiento social al trabajo que realizan las mujeres, en las Comunidades Educativas y en los barrios de nuestras Escuelas.

El 8 de marzo nos brinda la oportunidad para pensar(nos) y (re)conocer cómo impacta el género en nuestras tareas cotidianas, en las formas en que habitamos las instituciones educativas, en nuestras creencias, en el diseño de actividades didácticas, etc.

Conmemorar el Día de las Mujeres Trabajadoras en el ámbito escolar siempre es una oportunidad para la construcción de conocimiento y la reflexión colectiva de la sociedad que queremos ser y sobre la que trabajamos. Analizar, construir, de-construir la relación mujer-trabajo nos interpela a reconocer perspectivas políticas que trascienden el sentido común de la conquista de derechos.